La palabra “logopedia” está compuesta por dos términos de origen griego: “logos”, que significa palabra, verbo, habla, lenguaje o discurso y “paideia” que significa “educación de los niños”. Si unimos ambos términos obtendríamos algo así como “educación del lenguaje en los niños”. Esto es así porque en sus inicios, la logopedia surgió con el fin de atender aquellos trastornos relacionados con la comunicación de los más pequeños.
Actualmente el tratamiento de la logopedia se ha extendido a adultos, y su campo de actuación es muy amplio, aunque el vocablo ha permanecido fijo para ambos, y de ahí la confusión que a veces nos hace tender a pensar que no existe una logopedia para adultos. En este momento, existe además una creciente demanda de lo que se denomina “logopedia para la tercera edad”.
LA LOGOPEDIA INFANTIL
Los primeros años de vida de los niños son determinantes para el desarrollo del lenguaje y es de suma importancia detectar y solventar cualquier déficit o trastorno que pueda surgir en esta etapa, en especial entre los 0 y los 6 años, cuando se puede llevar a cabo una intervención temprana.
Logopedia
Algunas de las patologías que pueden presentarse en la edad infantil son:
Las relacionadas con los trastornos del LENGUAJE
Las relacionadas con los trastornos del LENGUAJE
Los trastornos del lenguaje asociados a otras alteraciones
Los trastornos del lenguaje asociados a otras alteraciones
Las que tienen que ver con el HABLA
Las que tienen que ver con el HABLA
Los trastornos de LECTO-ESCRITURA
Los trastornos de LECTO-ESCRITURA
INFORMACIÓN PARA LOS PADRES
En muchas ocasiones los padres se hacen la siguiente pregunta:
¿En qué situaciones sería conveniente hacer una consulta a un logopeda?
Para ello existen indicadores y síntomas a tener en cuenta, entre otros:
– Si tiene dificultades para pronunciar algún sonido. – Si se salta algún sonido o agrega otros que no corresponden.
– Si respira con la boca abierta. – Si se pone afónico con frecuencia o de forma continuada. – Si presenta alteraciones sensoriales.
– Si se observa que tiene dificultades para oír o si, aún oyendo bien, encuentra dificultades para discriminar algún sonido.
– Si presenta alguna alteración física, como la parálisis cerebral o la espina bífida.
– Si presenta un retraso general en el desarrollo y el lenguaje, autismos y otros síndromes.
– Si se descentra con facilidad ante cualquier situación de la vida diaria.
– Si presenta dificultades la hora de leer o escribir correctamente.